domingo, 21 de febrero de 2010

Corros de brujas y un castillo entre la niebla.

Ya ha pasado tiempo, y ahora quería recordar aquél encuentro. Esta Extremadura nuestra nunca dejará de sorprendernos, quizás sea un poco ingenuo y mi “descubrimiento” no fue para tanto, ya que seguramente muchos lo conocen.


Una de esas mañanas que me escapé con mi hijo el mayor y buscamos una zona para recolectar setas, para tener éxito yo sabía que debíamos de adentrarnos en la dehesa ya que últimamente hay demasiados micófagos que no micólogos. Así fuimos a dar a Cordobilla de Lácara y nos dispusimos a bordear su pantano, el del Boquerón. Recorrimos varios kilómetros, por un camino en ocasiones bastante malo, hasta que por fin llegamos a una zona de alcornocal a la que encontré especial interés, ya que mi ojo “setil” no falla (después de tantos años recolectando setas). Efectivamente, paramos el coche y dimos un paseo precioso por una zona boscosa recolectando cosas interesantes, preciosos corros debrujas de senderuelas, de vez en cuando amanitas caesareas, boletus aereus, impolitus…Llegamos a una depresión del terreno y un poco más adelante a la falda de una colina exuberante, la mañana era fría y navegaba entre la jara una especie de neblina inglesa que le daba al entorno cierto encanto pastoril y de barbour.

Alzamos la vista y allí estaba. Un castillo!.Bueno, las ruinas de un castillo, de la nada, allí en el quinto pino, muy lejos de la carretera más próxima, ya que habíamos recorrido algo más que un largo trecho por caminos, de hecho pensamos si no íbamos demasiado lejos.



Seguimos recolectando, paseado entre los corros de brujas, pero no dejamos de mirar al castillo de vez en cuando. ¿ Quién habrá vivido allí, qué historias guardará entre sus muros, qué desgracias, qué alegrías, en fin, un castillo, pero un castillo, con todos sus avíos, almenas , torreón, encima de un peñasco, parecíamos Don Quijote y Sancho mirando un molino como si fuera un gigante que lo acechase. La verdad es que desde lejos se veía que estaba en ruinas, pero qué queríamos si nos encontrábamos perdidos en medio de la dehesa, entre la niebla, qué iba a se el alcazar de Segovia o Disneyland ?.

En una de esas veces que bajamos la vista hacia los boletus y que la subimos para echar un vistazo a nuestro castillo, Corcho!!!! No solo estaba la pequeña torre semiderruida entre la niebla, además había tres figuras en lo alto de la torre, allí arriba, seguro que desde allí se veía hasta Cáceres… ¡Tres tíos ¡ Bueno, tres personas ¡! Desde tan lejos no alcanzamos a distinguir más. Ya si que nos entraron los picores por saber más del tema, cómo habrán subido, por algún sitio se ha de subir, no había caminos.


Dejamos el misterio en nuestras mentes, yo intentaba aderezarle a Andrés Junior todo con más misterio (no más del debido ya que tiene cierta edad y me empieza a mirar de reojo como si yo fuera un lunático). Así que cuando nos dispusimos a regresar en nuestro todocamino - que no todoterreno pero que nos sobra- lo hicimos rodeando la falda de la montaña y su castillo. Nos encontramos con tres caminantes, con toda seguridad eran las tres misteriosas figuras. Saludámoslos y proseguimos pero yo no iba a dejar pasar la oportunidad, y en un golpe de volante giré ladera arriba sin rumbo, seguía un camino difuso con hierba mojada (por la niebla), entre tumbos y orientándome casi por intuición , presentámonos a las puertas mismas del castillo.

No existía el menor rastro de camino en su entrada, era precioso, excitante, traspasamos la puerta y nos dirigimos al siguiente recinto amurallado. Acceder al patio de armas nos costó dar un rodeo ya que no hallábamos por dónde (ya íbamos imaginando luchas y se denotaba cierto acento a castellano antiguo). Como comentéles nos disponíamos a acceder al patio no sin gran esfuerzo, sin querer hallámosnos frente a una tupida laurisilva de la ladera oeste del roquedo, y penetramos en la fortaleza. La excitación que nos invadía y la aventura de avasallarla no impidióme detener a recolectar ciertos espárragos que- lozanos y placenteros- que para mi jubilo crecían en aquellas murallas hacia poniente. Mi vasallo solicitóme licencia para investigar aquellas estancias que de suyo se nos aparecían imperiales y majestuosas , negéme ya que acojonéme con los agujeros que por doquier nos rodeaban y tuve que que atar corto a mi mancebo ya que pretendía hacerse a la aventura sin encomendarse ni a Dios ni a santo alguno. Leíle y releíle la cartilla, cosa que no me hizo salir de mi excitación ante los desconocido. Así fuimos viendo las estancias, que en estado ruinoso se nos abrían. Al cabo, descubrimos do los tres caballeros de la lejanía habíanse encaramado, mi zagal, con naturalidad, precipitóse también a se-encaramar, y yo de nuevo amenacéle y aconsejéle que no fiziera movimiento alguno en falso so pena de quedarse sin Play Station para los restos del siglo amén, juré por la espada de San Jorge.



Tras vagos titubeos, ubicados en la estancia principal , de entre las ruinas se intuía una antigua escalera, ya derruída, ya un escalón partido, ya tierra desmoronada. El infante prentendía abordarla y convencióme como a un imbécil, abordando aquella empresa no sin dificultad. Una vez arriba pudimos disfrutar padre e hijo de unas vistas de aquellos dominios impresionante, los embalses, la dehesa interminable, los caminos , el viento, qúe fuerza tiene el viento, qué regusto, turbéme, turbeme aún más por la altura, por todos los reinos reconquistados : que me mareo! Invadióme tal pavor al ser consciente de la nuestra situación que descendí a trompicones lo ascendido, maldiciento a los teletubbies que me habían convencido para tamaña empresa.



Vueltos a la realidad, nos marchamos dejando atrás aquellas murallas coquetas y en ruinas, una pena ver como se deterioraban con el paso del tiempo.

Merendillamos en la puerta trasera del volvo xc90,todocamino que no todoterreno pero que nos sobra- y nos sentaron los bocatas preparados por M.Angeles como cordero asado en una fiesta vikinga.



Ya en casa solo pude encontrar cuatro datos sobre aquél castillo que habíamos dejado atrás, se trata del castillo de Castellanos o Mohedano, del siglo XV, es privado, aunque se puede visitar-supongo que con autorización, cosa que nosotros no hicimos y por eso pido perdón a su propietario. En principio se debe encontrar bajo la protección de la Declaración genérica del Decreto de 22 de abril de 1949, y la Ley 16/1985 sobre el Patrimonio Histórico Español (según he copiado de una web (se nota ?), pero el recinto solo se utilizaba para guardar ganado y su estado de ruina es progresivo.

Nuestro próximo objetivo será el convento franciscano del siglo XVI situado en la dehesa Luriana, cerca de nuestro castillo. Fue su inquilino y protector Fray Alonso de Manzanete .El convento fue abandonado tras la orden de desamortización de Mendizábal en 1835, está en ruina en medio de la dehesa, entre la niebla, entre corros de brujas de marasmius oreades, ninfas o senderillas, pero esta es una historia aparte que contaré otro día…cuando la vivamos.







1 comentario:

Unknown dijo...

Que buen relato. El castellano antiguo ,muy apropiado y en su punto. La próxima vez que vaya por Merida lo visitaremos.
No dejes de escribir. Se te dá.

De donde es la foto incial con Angulo? Me la puedes enviar?

Javier


...para un gigante.1949

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