Pasa y cierra la puerta, me dijo con gran misterio, con ese acento del norte , sus cabellos blancos, sus botas de trekking y su aire travieso, me cogió del brazo y me invitó a entrar como un niño que guarda en su cuarto una bolsa de chucherías. Apagó la luz de la habitación en la primera planta del Hotel Nova Roma y encendió el proyector de diapositivas. En el foco de luz comenzaron a bailar espléndidas fotos de setas, cada una con una anécdota que contar, cada una con su magia. Un hora después seguíamos viendo y comentando sobre boletos. A decir verdad los comentarios los hacía él ya que, pasados quince minutos, a mi me parecían todos iguales. Le brillaban los ojos, con qué pasión hablaba de cada uno de sus boletos, se dirían hijos suyos. Ramón Mendaza, su compañero inseparable, sentado en una silla al otro lado de la habitación asentía y reafirmaba con la cabeza a cada explicación de José Manuel.
La mañana del día siguiente recorrimos el Prado de Lácara, paseando, fotografiando y recolectando setas sin parar. Tanto José Manuel como Ramón Mendaza me explicaron características de algunas especies con una naturalidad entrañable. Era evidente que disfrutaban y estaban compenetrados al máximo, yo me hice cómplice en un mundo al que poco a poco me fueron llevando con sus anécdotas y explicaciones. En el fondo me sentía un privilegiado porque sabía que estaba ante unos compañeros de paseo excepcionales, de una talla humana y de conocimientos micológicos inagotables.
Así llegamos a los bocadillos, charlando sobre setas, sobre nietos, sobre las alucinógenas, sobre sus libros... al volver el ruso con una voz un tanto apagada y con el mayor dolor del mundo nos comentó que había perdido su navaja, su gran navaja, la que le habían regalado los chavales en la facultad, volvimos y no la encontramos, aún así se lo tomó bien, aunque de vez en cuando se acordaba de ella...
De todo esto ya han pasado diez años, pero yo guardo todos estos momentos como un tesoro porque sé que estaba ante dos micólogos de primer orden y me sentía orgulloso por su visita a la Sociedad Micológica Extremeña.
A principios de este otoño falleció José Manuel Ruiz Fernández, el ruso. Así le llamaban sus amigos a lo largo de todas las sociedades micológicas. Vizcaíno que vivió años en Rusia, donde cultivó su aficción al mundo de los hongos, dedicando gran parte de su tiempo a su divulgación. Colaboró en la obra patrocinada por IBERDROLA " Las setas en la Naturaleza" dirigida por Ramón Mendaza y Guillermo Díaz Montoya , guias de boletos, e infinitud aportaciones en diversas publicaciones sobre micología.
Excelente gastronomo, gran impulsor de la cocina de setas, siempre experimentando con su conservación y con la elaboración de platos sencillos , campo donde innovó un sin fin de maneras para cocinarlas .
Su cercanía era llamativa, a pesar de su elevado nivel de conocimientos y su gran experiencia de campo ,cuando nos hablaba de setas nos hacía sentir la micologia como una materia amena y cercana.
Recordaremos con especial cariño su presencia en nuestras jornadas micológicas, dias en los que pudimos enriquecernos con su compañía. Desde nuestra Sociedad queremos tener un recuerdo entrañable para nuestro gran amigo del norte José Manuel Ruiz, el ruso para sus amigos. Quedarán entre nosotros sus consejos y sus lecciones sobre boletos , sin duda le echaremos de menos.
Este otoño los amantes de las setas hemos perdido a uno de sus mejores divulgadores,