miércoles, 1 de diciembre de 2010

Hoy entrevistamos a Andrés.

Hoy a entrevistamos a uno de los "capos" de nuestro carnaval. Andrés junto a Alaez de los Cazurros es el músico en activo más veterano de nuestro carnaval, y sin duda uno de los mejores "oidos" de nuestra fiesta. Tantos años en la brecha hace que el amigo Andrés derroche sabiduria carnavalera por los cuatro costados, como así se pone de manifiesto en esta entrevista.



¿Cual fue tu primer año en el que saliste en nuestro carnaval, y cual fue el motivo por el que te metiste en este lío?


Como por todo el mundo es conocido La Marara nació con el carnaval, y yo estaba en el grupo con Zapa y compañía, el primer año me quedé apoyado al escenario, sin subir y pasando la mayor vergüenza del mundo, y aunque Luisman y Samino me insistían, ya que como sabéis que soy un poco ridículo sentía cierta vergüenza, sobre todo si era yo el que tenía que llevar –nunca mejor dicho- la voz cantante y tocar la guitarra con aquél grupo de indocumentados. En Tiroleses me eché ya la guitarra encima y a partir de ahí comenzaron mis desgracias artísticas. Y después de tantos años aquí estamos todavía… como con seguridad me preguntarás.


Y después de tantos años, ¿que te hace seguir en la brecha?


Ya ves .Yo creo que ya lo hago como por inercia, es por un conjunto de cosas. Primero porque me gusta todo lo que rodea a este montaje, sobretodo la creatividad, la oportunidad de crear, de imaginar y de sacar algo de dentro, crear un personaje, que sea gracioso, simpático y que hagas a la gente pensar y reírse contigo, aunque después fuera seas un sieso como pasa en mi caso. Por todas estas cosas más que por carnaval en si. También un poco – no quiero pecar de nada- porque tengo un grupo que me necesita y me duele que si falto yo no salgan las cosas. Y ay! Los mararos somos tan perfeccionistas, queremos hacer el palacio de la Moncloa con cuatro palos, en vez de hacer un sombrajo que sería lo natural.



¿De todos los premios conseguidos cual recuerdas con más cariño y por que?


Aunque parezca extraño y por eso tú no lo creas, mi mujer me conoció vestido de vedette, todavía no entiendo cómo se enamoró de mi vestido de tal guisa en el Juan, por eso dicen que el amor es una cosa incomprensible, pero si cierro los ojos no sé porqué siempre siento un cariño especial el de “Oui mon amour”, de conquistadores , fue un repertorio trabajado. Quizás porque me tuve que escurrir más los sesos en la composición, también se trabajó de magos, pero no siempre obtienes los mismos resultados. Bordini nos llenó de frescura, en alcahuete rompimos la pana , y el que quisiera repetir el de Tiroleses de la Sierra Carija, por eso de que tendría muchos años menos. Y últimamente los del Hornito al chiringuito , los Rafanoda son de la new age, los prácticos y directos sin grandes complicaciones, y por supuesto no quiero olvidarme un pedazo de Coro bien trabajado donde nos partimos el pecho Ignacio Cuadrado y yo junto a unos peazos de coristas apalominados, algunos más que otros, sobretodo la fila de delante (por el centro sobretodo).

Del 0 al 10, ¿que valoración le darías actualmente al concurso de chirigotas y comparsas?

Pues un aprobado (6), no por el concurso en sí, sino más bien por el excesivo valor y la dependencia que tiene nuestro carnaval de él.


¿Crees acertada la decisión de separar comparsas y chirigotas? ¿Por que?

Por supuesto acertada, aunque tardía, quizás si hubiese existido antes esta diferenciación también se hubieran decantado los grupos con anterioridad. La razón es evidente, no se pueden sumar peras con membrillos(los membrillos somos los chirigoteros, no los comparsistas).


¿Te parece bien que vengan a concursar agrupaciones de fuera?

Si nos da caché, bienvenidos, si se sube el nivel, pues mejor, pero si el último estímulo es el dinero cantando un repertorio dedicado a Punta Umbría pues no. Me parece bien siempre que se haga con cabeza y no se especule.



¿Musical original o copiada de Cádiz?


A ser posible original pero sin rasgarse las vestiduras, quien esté libre que tire la primera piedra. Incluso en Cádiz entre ellos se copian “ a su manera ”. Me gustaría crear una línea propia, nuestra, con nuestro acento y nuestras tontunas, aunque tengamos como referencia el estilo gaditano, pero por norma habitual debíamos intentar componer casi todos en la medida de lo posible. Hay que pensar que es un tema que se nos puede venir en contra a la hora de promocionar nuevos grupos. Por un lado nos da calidad pero por otro puede suponer un reto demasiado exigente para los chavales que se quieren subir a este carro. Yo sé por experiencia propia de la dependencia que tienen los grupos, el concurso, y por tanto el carnaval de los músicos, guitarra, caja y bombo , por este orden. Es una dependencia en ocasiones extrema. Por tanto yo prefiero tener un chaval que no sea un músico de bandera pero que te saque adelante una agrupación y ya el tiempo dirá si componen o no. Pero de entrada insinuar que las músicas deben ser originales quizás no me parece constructivo, a lo mejor echa para atrás a chavales. Por ejemplo mi hijo, estoy seguro que si quiere sacar un grupete tendría que componerle yo las músicas, quizás sería más beneficioso que no se centraran en ese tema ya que puede estresar a las agrupaciones. Ahora, entre los que ya llevamos muchos años en esto deberíamos llevar esa regla, y además que ya todos nos conocemos y sabemos quien compone y quién no. Pero por eso creo que lo de componer es un tema más personal, una exigencia con uno mismo, pero que para nada tiene que ser aplicable a todos los músicos. Como diría Zapa ¿ me explico o no me explico ?



¿Que los grupos traten de imitar al carnaval de Cádiz, eso es bueno o malo para nuestro carnaval?


A mi no me parece bien sacar una agrupación que se parezca hasta en la forma de beber de la botella el aguita a los grupos de Cádiz. Me parece poco productivo y nada resultón para nosotros. Debemos seguir un estilo propio, que no hay que crearlo, es el que tenemos, cantando y componiendo con naturalidad, sin recurrir en exceso a Cádiz, al igual que en el tipo (perdón, disfraz) a nadie le gustaría que nuestra tendencia fuera salir con una mariposa en la espalda de 3 metros como el carnaval de Tenerife.


¿Consideras que el concurso goza de buena salud? ¿que harías para mejorarlo?


Creo que es lo que tenemos, quizás de lo más atractivo. La forma de mejorarlo es a base de apoyar las agrupaciones, apoyarlas musicalmente, promover la salida de nuevos grupos, en fin lo que se ha hecho o hemos intentado hacer durante muchos años, unas veces mejor que otras. Si es cierto que estamos algo estacionados en lo mismo y necesitamos nuevas ideas. Pero creo que puede venir de fuera, de la organización en la calle, si la fiesta va bien en la calle influirá en el concurso y en su nivel, lo contrario es más difícil. Y como estoy seguro que me preguntarás por la calle te aventuro que esa es nuestra asignatura pendiente.



¿Qué crees que hay que potenciar más el concurso o el carnaval de calle, y como lo harías?


Hemos sacado un suspenso en carnaval de calle y por eso necesitamos gente que apoye y saque nuevas ideas, como es el caso de Luis Zamorano, un chico muy simpático y echado palante que tenemos en nuestra agrupación, agrupación por otra parte como sabes de categoría y poco dada a pringarse a la hora de la verdad de forma institucional. Bromas aparte creo que hay que potenciar los dos pero por supuesto nuestra asignatura pendiente es la calle, y tenemos potencial para crear una fiesta propia, imaginativa, y especial, donde sin duda el secreto – según mi forma de verlo- pasa por una palabra clave que se utiliza mucho en historia, la Romanización. El secreto puede pasar por la romanización del carnaval, aunque mucho me temo que necesitamos más secretos y nuevas iniciativas.



¿Que crees que le falta a nuestro carnaval?


Le falta participación. Apoyo institucional. Imaginación. Personas dispuestas a dar su tiempo. Paciencia y Publicidad.



¿Y que le sobra?


Le sobran botellones, tonturcios y especulación política. El día que todos estemos a una otro gallo nos cantará, pero yo desde que tengo uso de razón he visto a mucho protagonista que ha usado el tema del carnaval como herramienta para beneficio propio, aunque solo sea en popularidad . Tú sabes que nunca me han gustado las fotos, y en estos barullos siempre hay muchos fotogénicos que a la larga solo inspiran recelos, prefiero a gente callada que trabaje en la sombra pero que trabajen. Me veo reflejado infinitamente más en mi amigo Paco Bastida – que llevan toda la vida currando- que en dandis pasajeros que en cuanto se cansan se van a otro fregao, el caso es estar en uno para salir en la foto.

 Di tres ideas que tu creas que sean fáciles de llevar a cabo, y que podrían contribuir a mejorar el carnaval.


Como he comentado, a mi particularmente me seduce bastante la idea de la romanización, esta es una tendencia que ya me contaba mi padre muchos años atrás, pero nunca cuaja. Organización de nuevos eventos, carreras de cuadrigas, mercados romanos, ambientación callejera, quemas de emperadores (no se si esto lo puedo decir ya que es una iniciativa de mi entrevistador), en fin creo que esa sería una tendencia natural de nuestra ciudad.




Otra idea es la renovación en los equipos de dirección en la fiesta, no porque lo hayan hecho mal, todo lo contrario, porque no podemos dejar que todo el esfuerzo lo realicen tres personas durante muchos años, esto quema los cuerpos y las ideas y como decía mi abuela las mentes.



Y otra asignatura pendiente es el saberse vender, la publicidad, este pueblo nuestro no sabe ponerse en el cartel, y hoy en día la publicidad y los medios mueven el mundo. Pero para publicitarse hay que tener una oferta apetitosa, y creo que entre todos la podemos crear.





Sin duda alguna Andrés, y para eso es necesario que todos nos impliquemos.






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martes, 31 de agosto de 2010

La estructura, hacia el ojo de Dios.

La llamada.


Una brisa fría y seca descendía silenciosa desde la ventana de barro. Allí la luz de una luna que sonreía roja como un tomate, daba a la estancia un ambiente de pub irlandés. La puerta entreabierta pintada de azul, al igual que la pequeña cúpula de adobe que coronaba cada habitación-posada. Aquí el aire era limpio, fresco, seco, perfumado de mineral , una paz profunda venía desde las arenas, el silencio roto solamente por el ladrido de algún perro, dejaba una sensación de alivio en aquél viajero que se afanaba en dormir una noche más.

Todos sus sueños, todos sus anhelos estaban apunto de cumplirse y en el silencio, en la oscuridad , saberse tan próximo a su objetivo le causaba inquietud, le desconcertaba de excitación. Nada se oía , la habitación pequeña, toda de barro, tumbado en el suelo sobre unas mantas, pero todo muy limpio, sin mobiliario alguno, solo su mochila, la ventana, la brisa, la luna, y más allá Dios que le miraba desde algún lugar ya cercano,… lo sentía muy dentro.

Desde que partió desde Francia nunca desapareció ese hormigueo en el estómago, la sensación premonitoria de que su vida estaba cambiando y debía cambiar, metro a metro, noche a noche. Era consciente de que a cada paso la sensación de libertad en su interior crecía , convertía en más livianas sus piernas y sus sentimientos se aligeraban del lastre doloroso que le impulsó a escapar, no se sabe dónde.

El viaje fue muy duro, todo parecía una locura, una sinrazón, rodeado de extraños, en una tierra extraña, tan diferente de su tierra natal. A menudo recordaba encontrarse sentado en su despacho de abogados de Nimes, donde nació su aventura. Su despacho , en la plaza de Fréderic Mistral se situaba en una casona típica del centro, cerca de la iglesia de Milhaud donde hace tiempo le gustaba refugiarse en las tardes lluviosas del otoño francés, donde hacía oración.

Eso fue hace tiempo. Ya no visitaba al Santísimo por las tardes como era acostumbrado después de su café, antes de volver al trabajo, ni se sentaba junto al coro en la intimidad de la penumbra para hablar con Dios. Esas tardes ya pasaron, ahora todo alrededor le olía a rancio, los días nublados ya no eran melancólicos, la humedad atravesaba sus huesos dejando un poso pegajoso de amargura, el paso del tiempo arañaba su cerebro , y sobretodo aprisionaba su corazón, como si un chamán maya se lo hubiera arrancado del pecho y lo estrujara entre sus manos aún latente. Su fe se sumergía en el olvido como los orcos de Moria, Dios le había abandonado para siempre, y él abandonó a Dios una tarde cualquiera en un hospital, no lejos de alli.

En el despacho, sentado junto a aquella vieja mesa de madera maciza tallada - que compró a un anticuario parisino por una fortuna -, entre orlas y títulos, ensimismado, con la mirada vacía y perdida, fija en el símbolo de Apple de su Imac, pasaba una tarde más.

Navegaba por la red, como casi siempre, buscando información referente a casos interesantes, o consultaba aburridos puntos de derecho laboral, hasta que de pronto, dejaba escapar su imaginación y se perdía . A veces realizaba búsquedas sin sentido y se dejaba llevar de una página a otra, nada interesante, nada despertaba su interés, blogs estúpidos donde el poetiso de turno plasmaba lo que creía ser capítulos interesantes de su vida, que no dejaban de ser pura verborrea de mala calidad con reflexiones cursis carentes de imaginación, donde ni Dios comentaba nada porque no había nada que comentar. El era el único navegante de tarde plomiza que estaba leyendo en ese momento aquellas tonterias de blogero ignorante y tonturcio.

Sin embargo le gustaba evadirse por la inmensidad del océano, meterse hasta las rodillas en las costas pantanosas de Liberia, entre caminos por la taiga atestada de mosquitos, o trepar por el hielo de algún glaciar del Karakorum, en lugares remotos donde podríamos dudar que hubiera puesto el pie alguna vez el ser humano. Arrancaba Google Earht y se dejaba llevar, perderse, sin rumbo fijo, de pronto paraba el vuelo y dejaba la pantalla inmóvil, en la coqueta pantalla plana de 22 pulgadas del Imac una porción de tierra, como si fuese una parcela que acababa de comprar, analizando el terreno, aquí un riachuelo, arena, árboles, nada, esto podría ser un camino, no, no lo parece....el lugar habitado más cercano podría estar a cientos de Kms., bosques impenetrables, ardientes extensiones de desierto, donde para que apareciera algo semejante a una carretera le debías dar varias vueltas a la rueda del ratón inalámbrico.

Le gustaban los espacios abiertos, cuando no paseaba por Isla Elefante en la Antártida lo hacía por la fosa de las Marianas, o se perdía entre los huertas del delta del Nilo, recorría el glaciar Baltoro, se desviaba hacia las laderas del Hiden Peak y subía el K2 bajando por la vertiente china, cuando no escudriñaba los caminos que ascendían a las montañas cercanas a Nimes, las dehesas españolas, las terrazas llenas de antenas y caóticas de El Cairo, remontaba el Amazonas hasta Manaos, continuaba perdiéndose hasta Santa Maria de las Lluvias y desde allí montaba y dirigía una expedición hacia la profundidad de la selva en busca de una nueva parcela que añadir a su registro particular de la propiedad, al patrimonio de lejanías en el subconsciente de niño triste que en el silencio de su despacho llamaba a los cristales mojados que comenzaban a llorar hacia la plaza.

Conmutó entre tareas y volvió a releer aquella sentencia que tenía entre manos. No duró mucho su intento, pronto pulsó de nuevo Alt.-Tab y en un segundo se encontraba deslizándose por una solitaria carretera casi enterrada en la arena en lo que antiguamente los alumnos del colegio Santo Angel llamábamos “Rio de Oro”, el Sahara Español. Le fascinaba el desierto, aquellas extensiones solitarias, aquel entorno extremo donde nadie querría ir, donde los demás nos negaríamos de pleno, porque ir para penar…pero le reconfortaba pensar en aquellos polvorientos poblados, donde la vida debería ser más que dura.

Continuaba descendiendo por aquella arenosa carretera, atravesaba fronteras y por fin llegaba a Nuachockt, donde se perdía por sus barrios suburbiales, entre los tejados y los corrales secos de aquella ciudad ocre y perdida entre la inmensidad del mar y el desierto. Porqué alli ? se preguntaba a menudo, el caso es que siempre después de un largo viaje a golpe de ratón sus huesos iban a reposar en Nuakchoctt,, que no era precisamente el lugar más afortunado y agradable de la tierra. Una vez daba un buen paseo por la ciudad, - para él no existía el peligro- visitaba la playa, y comía en algún restaurante de dudosa calidad. Regresaba a su despacho para ir al servicio, pero de nuevo regresaba con gran inquietud y pensando,- parece que hace ya menos calor.
Su gran tentación era continuar la carretera hacia el Este, adentrándose en la Gran Nada del Sahara, hacia la región de Adra, ignorando los peligros, la sed, preguntándose con quién se cruzaría en aquella carretera desnuda Y en algunos tramos cubierta por la arena del desierto e infinita que conducía a su …despacho, porque llamaban a la puerta. Su mujer , Alice, venía a invitarle a un café en el restaurante de la plaza. Etienne nunca volverá a ser el mismo, y últimamente lo encontraba peor de lo que ella esperaba- pensaba. Le aterraba perderle, ahora lo necesitaba más que nunca.


Etiénne, no regresó aquella tarde a Nuachockt,t ni a caer en poder del reciente golpista Mohamed Ould Andel Aziz , aquél dirigente que junto a su querido Sarcozy no habian podido hacer nada por evitar la ejecucion de su compatriota secuestrado por Al Qaeda. En aquél mismo desierto donde él se sentía feliz y por donde todavía dos españoles debían salvar su vida, a golpe de talonario del gobierno y por la extradición de otro guerrillero terrorista que de nuevo quedaría suelto por aquellos parajes dispuesto a ametrallar y llevarse a su cueva al primer extranjero con que se tope.

Esa noche vió un partido de fútbol del mundial de Sudáfrica, sin duda ganaría Argentina, estaba arrasando, y no perdía un partido. Sin embargo su querida Francia no daba una a derechas. A la porra con el fútbol.

Otro día más, y a su hijo mayor Philippe ni lo vió, llegaba tarde y se quedaba a estudiar en casa de un amigo, apenas pisaba ya su cuarto. El también buscaba su propio desierto y hace ya tiempo que se había adentrado en él.

A la mañana siguiente volvió a despachar con sus compañeros aquellos asuntos urgentes, pero en cuanto, tuvo oportunidad se echó su mochila a la espalda para partir desde Nouakchott por aquella carretera subido en la parte trasera de un todo terreno destartalado o en un carro, con el sol ardiente en la cara .

Evitaba regresar allí día tras día pero le era muy difícil. No recordaba cuando la descubrió , cuando vio por primera vez la estructura. Perdido en pleno desierto, pasó como un relámpago por encima de ella.

Aquel ojo que le miraba, desafiante, enigmático, tierno, una llamada poderosa que por muy lejos que estuviese le hacía regresar como un imán al metal, como un imán llama a la oración. Le reconfortaba estar allí, sólo, perdía la consciencia del lugar exacto donde estaba y esta sensación de sentirse dentro de la nada , la usencia de horizontes le infundían una sensación extraña de paz y libertad, como la de Zapatero en la ONU proclamando que la tierra no es de nadie, solo del viento… y aquella mirada poderosa le hipnotizaba, le sacaba de su depresión y se sentía un pionero como Maurice Herzog coronando por primera vez el Annapurna, dando la mayor gloria a Francia.

Su objetivo eran las coordenadas 21.125837 -11.402602 , debía llegar allí, a veces daba vueltas y vueltas, vagando por el desierto, se adentraba en Mali, Argelia e incluso Sudán , pero al final siempre daba media vuelta con el puntero y volvía hacia aquella estructura de anillos concéntricos que le miraba tan fijamente como el Nazareno del altar de Nimes con quien tanto amor había compartido , su mente descansaba bajo aquella mirada, que él en sueños reconocía como la mirada de Dios.

Día tras día volvía a merodear por aquella carretera y se dejaba hipnotizar por la formación espectacular del terreno, aquello no parecía humano, sin duda alguna vino del cielo, algún meteorito, podría ser la mina a cielo abierto más grande del mundo. Sus anillos concéntricos le atraían , la espiral de rocas hacía que sus pensamientos volaran como si le hubieran encantado. Cuando se acercaba con el el ratón se imaginaba atravesando aquella tierra a lomos de un camello, en una caravana que hubiese llegado desde el norte, le asaltaban imágenes de las mil y una noches y Lawrence de Arabia.

Los días transcurrían monótonos y su vacío interior parecía crecer por momentos, su fe se escapaba entre sus dedos- como él después comentaba- aunque quedasen mojados.

El trabajo dejó de tener el interés que siempre le había suscitado, a él un hombre emprendedor, capaz de llevar a sus espaldas a toda su familia, un despacho con varios empleados, querido por sus amigos, dentro de su círculo era una luz guia, por su trato, por su capacidad para resolver los problemas de los demás, su desinterés, olvidándose de si mismo, una luz que se apagaba por momentos.

Sentía que su vida perdía sentido y la angustia empezaba a adentrase por las rendijas de la puerta de su despacho. Fue en uno de esos momentos en que el dolor y la desesperación no respetan a la cordura cuando decidió escaparse, huir, como Herzog, subir su montaña, escalar en las profundidades del mar como Jaques Cousteau o nadar por la infinitud del desierto como Lawrence. Debía ir. ¿Donde?. No lo tenía claro, pero no había otro destino, sin duda alguna su punto de partida debía ser Nouakchoctt.

Imprimió varios mapas de Mauritania.

Lo tenía todo previsto, por lo menos en cuanto a cómo llegar. Había contactado con un matrimonio parisino arduo de aventuras que querían bajar hasta Senegal en vehiculo, bajando por la franja costera africana. En un principio fueron reticentes, pero cuando Etienne les ofreció una suculenta compensación económica, los recién casados prefirieron aliviar sus arcas a cambio de perder la anhelada intimidad. Por lo menos hasta tierras mauritanas.

Etienne hizo la mochila, besó a su mujer, a su hijo y se marchó.



* * *

Nouakchott.

La ciudad de los vientos despertaba más calurosa que nunca. Los escasos vehículos que circulaban por el centro de la población dejaban un rastro de humo que ascendía hasta la ventana del hotel. Era la única avenida de la ciudad donde se podían ver tiendas y hoteles. Pasó una noche febril, empapado en sudor, dando vueltas en la cama sin conciliar el sueño. En ocasiones se asomaba a la ventana , la calle vacía; por fin amaneciendo, la llamada a la oración de la impresionante mezquita saudi le infundió ánimos y curiosidad.

La tarde anterior se había despedido de sus dos compañeros de viaje, un viaje que se le hizo interminable pero reparador emocionalmente. Tuvieron que pasar continuos controles a lo largo de la carretera, no podían alejarse lo más mínimo para acampar, ya que los alrededores de la carretera en la zona fronteriza con el Sahara estaban sembrados de minas.

Apenas habló durante el trayecto, hecho este que incomodó a sus compatriotas. Viajaron juntos, pero lo hicieron con cierta independencia, como si cumplieran un contrato establecido y nada más. Pudo hablar en varias ocasiones con su mujer y tranquilizarla, Alice le echaba de menos, no le puso ningún impedimento aunque le pareciese una auténtica locura y facilitó las cosas, y sin duda se quedó más tranquila al saber que iba acompañado.

Una vez llegaron a la capital mauritana se separaron, él quería hospedarse en otro hotel y ellos al día siguiente querían continuar viaje hacia Senegal. Este es un país de contrastes, que transcurre del Magreb al Africa negra a través de un mar de arena. Un pais dos veces Francia, con tres millones de habitantes que lucha en una batalla interminable contra el desierto. La desertización a gran escala y las sequías continuas estaban provocando recientemente la desaparición de la vida nómada y los mauritanos se estaban asentando como moscas en la capital creando interminables barrios periféricos y uniendo las antiguas zonas separadas de la ciudad, cada una con su propia mezquita.

Mauritania es un pais sumergido en las entrañas del Islam, y por supuesto afecta a todas y cada unas de las facetas de la vida y del pais, Etienne sabía de los peligros de pertubar esta forma de vivir que en ocasiones no se mostraba precisamente tolerante. Conocía las normas, como hombre inteligente sabía que podía hacer y qué podía decir. También era consciente de que aunque corría ciertos riesgos, especialmente con la reciente expansión del terrorismo que Al Qaeda quiere extender por todo el Sahara, era en país acogedor, dentro de la pobreza en la que viven muchos de sus habitantes, era gente buena y hospitalaria, acostumbrada a luchar contra una naturaleza hostil que nunca pudo robarles la última gota de la ilusión por vivir.

Nouakchott esra una ciudad de interminables calles polvorientas cuadriculadas, con los mínimos servicios, fea, de espaldas al mar al que se asomaba con un oxidado y triste muelle. Paseando por sus calles los niños se le acercaban como en los documentales que veía después del trabajo en las tardes lluviosas de Nimes, que ahora se le aparecían tan lejanas. Se preguntaba por su mujer, que pensarían si le vieran solo por aquellas calles de tierra. No creo que Alice estuviera a a gusto aquí- pensaba, se reía pensando en lo escrupulosa que en ocasiones podía llegar a ser su mujer y cómo podían tirar una fruta porque tuviera una picadura. Qué lejos quedaba ahora todo eso, cuando observaba con qué poco se mantenían estas personas, la terrible sequedad a la que se enfrentaban y los escasos medios en una ciudad de polvo donde el agua podía llegar a valer más allá de lo imaginable. Una ciudad que desde que construyeran los colonos franceses en 1950 entorno al fuerte y de otro lado entorno a la mezquita, había multiplicado espectacularmente su población como si el flautista de los cuentos los hubiera atraído a la salina de las conchas, - como también la llamaban - ayudado por unos años de sequía espantosa.

Etienne había soñado en ocasiones ser uno de los quince soldados de su país que desde su fortín defendían el paso comercial que enlazaba Marruecos con Senegal, pensaba en los peligros que les acecharían. La soledad, tan lejos de la verde Francia, en una lugar donde la arena les amenazaba constantemente con tragarlos. De aquellos quinientos primeros habitantes que se establecieron en la recién fundada ciudad ahora contemplaba la masa humana a la deriva en que se había convertido. Un enclave construido como monumento a la sinrazón, donde en algunos puntos el mar superaba la altura de algunos barrios, donde no existía ni una gota de agua dulce, obligados a traerla del manantial más cercano a sesenta kilómetros de allí. La ausencia de infraestructura urbanística, el atentado medioambiental, la basura, el caos circulatorio.

A pesar de todo, Etiénne se sentía feliz paseando por sus calles y algo inexplicable se despertaba en su corazón al paso entre aquellas gentes, sentía que no estaba solo, que todo le resultaba familiar y no temía en ningún momento doblar una esquina.

Su ímpetu no decaía, por el contrario, no se olvidaba de la carretera que conducía al interior del pais, hacía donde su cuerpo, su mente y sobre todo su alma le estaban pidiendo que se encaminara.

Su francés nativo le ayudó sin duda a relacionarse con los mauritanos. En el hotel le dieron todo tipo de consejos , amablemente los escuchaba, los anotaba y los agradecía aún sabiendo que en su ánimo no se contemplaba seguirlos.Cuando saludaba o se despedía se guardaba bien de no darle la mano a las mujeres, ya que esto podía ser una ofensa. A pesar de todo la mujer mauritana no estaba tan sujeta a las costumbres del islam como ocurre en algunos paises musulmanes más tradicionales.  

Quería viajar solo, sin guia,  una aventura ariesgada para un extranjero recién llegado. La mañana siguiente la dedicó a recorrer el barrio y después de varias charlas y discusiones le consiguieron un contacto con el que podría - con suerte –viajar hacia la región de Adras, hacia el interior. No le dieron seguridad alguna, solo del pago que debía realizar por adelantado, no le aseguraban tampoco hasta donde llegarían, dependían de unos asuntos comerciales y del devenir de estos, según se desarrollaran los acontecimientos así avanzarían o se darían media vuelta. El aceptó. Recogió sus cosas, cogió el crucifijo de latón que reposaba en la mesa, lo besó sin saber porqué, lo guardó en el bolsillo de su camisa y se marchó.





* * *

miércoles, 28 de julio de 2010

A mi ¿qué me importa?

Leopoldo Abadía (autor de "La crisis Ninja") dice en su artículo: A mi ¿qué me importa?

Me escribe un amigo diciendo que está muy preocupado por el futuro de sus nietos. Que no sabe qué hacer: si dejarles herencia para que estudien o gastarse el dinero con su mujer y que "Dios les coja confesados".

Lo de que Dios les coja confesados es un buen deseo, pero me parece que no tiene que ver con su preocupación. En muchas conferencias, se levanta una señora (esto es pregunta de señoras) y dice esa frase que me a mí me hace tanta gracia: "¿qué mundo les vamos a dejar a nuestros hijos?" Ahora, como me ven mayor y ven que mis hijos ya están crecidos y que se manejan bien por el mundo, me suelen decir "¿qué mundo les vamos a dejar a nuestros nietos?"

Yo suelo tener una contestación, de la que cada vez estoy más


convencido: "¡y a mí, ¿qué me importa?!" Quizá suena un poco mal, pero es que, realmente, me importa muy poco.

Yo era hijo único. Ahora, cuando me reuno con los otros 64 miembros de mi familia directa, pienso lo que dirían mis padres, si me vieran, porque de 1 a 65 hay mucha gente. Por lo menos, 64.

Mis padres fueron un modelo para mí. Se preocuparon mucho por mis cosas,  me animaron a estudiar fuera de casa (cosa fundamental, de la que hablaré otro día, que te ayuda a quitarte la boina y a descubrir que hay otros mundos fuera de tu pueblo, de tu calle y de tu piso), se volcaron para que fuera feliz. Y me exigieron mucho.

Pero ¿qué mundo me dejaron? Pues mirad, me dejaron:

1. La guerra civil española

2. La segunda guerra mundial

3. Las dos bombas atómicas

4. Corea

5. Vietnam

6. Los Balcanes

7. Afganistán

8. Irak

9. Internet

10. La globalización

Y no sigo, porque ésta es la lista que me ha salido de un tirón, sin pensar. Si pienso un poco, escribo un libro. ¿Vosotros creéis que mis padres pensaban en el mundo que me iban a dejar? ¡Si no se lo podían imaginar!

Lo que sí hicieron fue algo que nunca les agradeceré bastante:

intentar darme una muy buena formación. Si no la adquirí, fue culpa mía.


Eso es lo que yo quiero dejar a mis hijos, porque si me pongo a pensar en  lo que va a pasar en el futuro, me entrará la depre y además, no servirá para nada, porque no les ayudaré en lo más mínimo.


A mí me gustaría que mis hijos y los hijos de ese señor que me ha escrito y los tuyos y los de los demás, fuesen gente responsable, sana, de mirada limpia, honrados, no murmuradores, sinceros, leales,.Lo que por ahí se  llama "buena gente".

Porque si son buena gente harán un mundo bueno. Y harán negocios sanos. Y, si son capitalistas, demostrarán con sus hechos que el capitalismo es sano. (Si son mala gente, demostrarán con sus hechos que el capitalismo es sano, pero que ellos son unos sinvergüenzas.) Por tanto, menos preocuparse por los hijos y más darles una buena

formación: que sepan distinguir el bien del mal, que no digan que todo vale, que piensen en los demás, que sean generosos.En estos puntos suspensivos podéis poner todas las cosas buenas que se os ocurran.

Al acabar una conferencia la semana pasada, se me acercó una señora joven con dos hijos pequeños. Como también aquel día me habían preguntado lo del mundo que les vamos a  dejar a nuestros hijos, ella me dijo que le preocupaba mucho más qué hijos íbamos a dejar a este mundo.

A la señora joven le sobraba sabiduría, y me hizo pensar. Y volví a darme cuenta de la importancia de los padres. Porque es fácil eso de pensar en el mundo, en el futuro, en lo mal que está todo, pero mientras los padres no se den cuenta de que los hijos son cosa suya y de que si salen bien, la responsabilidad es un 97% suya y si salen mal, también, no arreglaremos las cosas.


Y el Gobierno y las Autonomías se agotarán haciendo Planes de Educación, quitando la asignatura de Filosofía y volviéndola a poner, añadiendo la asignatura de Historia de mi pueblo (por aquello de pensar en grande) o quitándola, diciendo que hay que saber inglés y todas estas cosas.


Pero lo fundamental es lo otro: los padres. Ya sé que todos tienen mucho trabajo, que las cosas ya no son como antes, que el padre y la madre llegan cansados a casa, que mientras llegan, los hijos ven la tele basura, que lo de la libertad es lo que se lleva, que la autoridad de los padres es cosa del siglo pasado. Lo sé todo. TODO.


Pero no vaya a ser que como lo sabemos todo, no hagamos NADA.


P.S.


1. No he hablado de los nietos, porque para eso tienen a sus padres.


2. Yo, con mis nietos, a merendar y a decir tonterías y a reírnos, y a contarles las notas que sacaba su padre cuando era pequeño.


3. Y así, además de divertirme, quizá también ayudo a formarles.
 
 
 
 
 
 

lunes, 26 de julio de 2010

Tras los pasos de Gotescalco.


En el año 950 ó 951 (cada año tiene sus partidarios fervientes), Gotescalco, obispo de Le Puy-en-Velay, inicia su peregrinaje hacia Santiago de Compostela. Es el primer peregrino no hispánico que lo realiza.




Es un verdero cortejo lo que se desplazó. Además del obispo y de los miembros del clero que le acompañaban, se cuenta a los trovadores, malabaristas, pajes al servicio de los eclesiásticos, barones y senescales, yendo todas estas personas protegidas por numerosos hombres armados (arqueros y lanceros).



El itinerario seguido es poco conocido, aunque sin embargo algunas localidades no vacilan a la hora de reivindicar su paso.



No obstante, esta peregrinación está autentificada por los escitos de Gomesano, monje del convento español de San Martín de Albelda (cercano a Logroño) : « El Obispo Gotescalco, animado de una manifiesta devoción, ha dejado su país de Aquitania, acompañado de un gran cortejo, dirigiéndose hacia la extremidad de Galicia para tocar a la misericordia divina implorando humildemente la protección del Apóstol Santiago. »



Al final de un manuscrito solía ocurrir que el amanuense mencionase su nombre, su edad y la fecha en que realizaba su trabajo. Estos datos forman el colofón. En el de De Virginitate, copiado para Gotescalco, en 951, Gomesano, monje de Albelda, se expresa así : « El muy santo obispo Gotescalco se llevó este ese libro de Hispania a Aquitaine durante el invierno, en los primeros días de enero... »



Hay que mencionar también la peregrinación del conde de Rouergue en 961, Raymond II, el cual fue asesinado durante aquel itinerario por los sarracenos.

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sábado, 19 de junio de 2010

La piedra fea.

Ya apenas tengo un vago recuerdo del sol, de su brillo, de su calor.
No recuerdo, he perdido esa tenue sensación , no sé donde está el amor, el cariño, la seguridad, la protección. Hace tanto tiempo ya, como un preso secuestrado en un hoyo durante una eternidad, no recuerdo nada, he perdido la capacidad de recordar cómo podría haber sido la felicidad. La niebla me busca por los alrededores, una pesadilla que tortura mi mente, borracha de tiempo, amargura e iracundia. Siento náuseas como un enfermo que se precipita a lo más profundo de un pozo sabiendo que sus ojos jamás volverán a ver la luz del día…






El sol brillaba como nunca aquella mañana sobre el rio Piedras. El sol, el sol que me evapora y me da prisa, lucía cegador, la costa de la luz nos embriagaba con un sentimiento insoportable de felicidad. Aquel sol irisaba la tenue línea en el horizonte de la barra de arena, entre el azul del mar y los aromas que emanaban y nos vestían de paz desde lo más profundo.




Las voces de los niños me devolvieron a la realidad, jugaban en la playa como locos, habían comenzado las vacaciones, de nuevo volvían a meter los pies en el mar después de tanto tiempo. No pudieron esperar ni a subir las maletas al hotel.

No paraban de bromear y sonreir de excitación, por fin entre juegos y peleas pudimos subir a la habitación y dejar el equipaje.




Las vistas desde la terraza eran maravillosas, todo el mar para nosotros, un mar turquesa que se perdía en el horizonte, más infinito que nunca. Habían comenzado nuestras vacaciones en la ciudad del mar.

 
El hotel era antiguo, una torre de pisos inmersa en una maraña de edificaciones playeras, chiringuitos y caos. Era nuestro momento y el aroma y la brisa del mar nos hacía soñar.

Bajamos a la recepción y recorrimos todos los salones.

-“Vamos al paseo maritimo.” Les dije a mi mujer y a los niños.

 
Salimos en tropel y ellos como siempre jugando. Fue entonces cuando observé que mi segundo hijo se habia quedado hablando con alguien en la puerta. No me extrañó demasiado porque suele hacer cosas de este tipo a menudo.


Me acerqué y descubrí que estaba hablando con una anciana que se había sentado con unas bolsas en las escaleras de acceso al hotel. Y escuché la conversación…

- Toma, si esto es un regalo- le susurraba la anciana al niño mientras cerraba la mano .


- Ya, pero yo no lo quiero, contestó él.


- “Mira que es de mala educación no aceptar un regalo”, le dijo la anciana , en el momento en que yo llegaba a su lado.


- “Ya, pero a mi no me gusta.”


- “Coje lo que te regala la señora , no seas tonto”, le dije pensando que sería algún caramelo.


- “Es que es una piedra papá, y es muy fea, yo no la quiero.”


- Si… no es muy bonita, pero es lo único que tengo, y … -guardó silencio- esta es la piedra de la salvación,- dijo entre sollozos.


- Yo no la quiero… le decía a la señora mientras corría hacia su madre y sus hermanos que esperaban en la acera.


Me quedé pensativo.


- Discúlpele señora- le dije- son niños, y además este es muy especial comenté con una sonrisa irónica.


- Lo se, lo sé, se que es especial, por eso él podría haber sido nuestro salvador.

En ese momento salió uno de los empleados de la portería indicándole a la mujer que se marchara de allí. Yo me alejé con un adiós ante aquella situación que empezaba a parecerme embarazosa.
Paseamos y los niños jugaron en el parque, no dejaban de dar vueltas en mi cabeza las palabras de la anciana. Sentí angustia en el pecho. El mar estaba maravilloso.

 
Se levantó una brisa y comenzó a refrescar. En el horizonte aparecieron unas nubes amenazadoras. Todo era extraño, el cielo en cuestión de minutos se nubló y amenazaba lluvia.





El mar se volvió gris, como un mar de Enero. Todo el mundo recogía para guarecerse de la tímida llovizna que empezaba a caer. Nos fuimos al hotel entre una atmósfera enrarecida y húmeda. Aprovechamos y subimos a la habitación para deshacer la maleta. Seguía lloviendo y cada vez con más fuerza. Las horas pasaban sin dejar de llover. Todo se había vuelto oscuro, hacía frio , el mar estaba embravecido. Llovía y llovía, cada vez con más fuerza, echamos las cortinas , la fuerza de la lluvia que rompía contra los cristales producía un ruido estremecedor. Los niños estaban asustados, todos lo estábamos. Llovió durante horas y nos quedamos dormidos.

Desperté y tenía la sensación de haber dormido varios días, no tenía noción del tiempo. Cuando corrí las cortinas de la habitación contemplé aterrorizado que la lluvia era ensordecedora y pude vislumbrar que el nivel del mar había subido espantosamente, era como una pesadilla. Las olas golpeaban las puertas del hotel, no había resto de playa ni de las calles , estabamos rodeados por un mar negro que bramaba y amenazaba con tragarse todo. Un sentimiento de pánico me inundó, no se veía tierra alguna, ni a persona alguna, era horrible, objetos de todo tipo flotaban entre olas inmensas que luchaban unas con otras.

No supe que hacer, cada vez que me asomaba el nivel del mar había subido engullendo planta tras planta del edificio, las olas comenzaron a golpear nuestras ventanas. Salimos corriendo todos escaleras arriba y nos encaramamos en la terraza del edificio. Los niños no dejaban de llorar. En cuclillas y en un rincón de la azotea pasaron las horas. El aire olía a azufre y en la lejanía se oían gritos indescriptibles, nos tapamos los oídos de pánico.

Bajo la lluvia torrencial el cielo se nos venía encima, el viento gélido nos impedía ponernos de pie, el mar comenzó a saltar por la cornisa de la terraza de aquel enorme bloque de pisos.

Todos abrazados nos despertamos comenzó a cesar la lluvia, el huracán se convirtó en brisa, pero la oscuridad nos envolvía. El agua nos llegaba a los tobillos, y caimos en la desesperación mientras todo quedó en silencio.




Me levanté y escruté el horizonte gris, nos encontramos en medio de un mar que nos devoraba como Saturno a sus hijos. Entumecido busqué por todos lados y no encontré nada más que agua negra. En el silencio me pareció escuchar algo, un sonido diferente al bramido de las olas, era un zumbido. Si, era un sonido conocido, el sonido de un helicóptero. Busqué ansioso en todas direcciones y de pronto pude contemplar un puntito negro que por el cielo se dirigía hacia nosotros. Comenzamos a saltar y a gesticular como locos, los niños y mi mujer lloraban de alegría, nos habían visto y venían a rescatarnos. No fuimos concientes de nada excepto del rotor de las aspas que nos hipnotizaba. Una vez se situó encima de nosotros abrió la puerta e hizo descender una cesta en la que fuimos subiendo uno tras otro. Cerramos la puerta y mientras se elevaba observamos incrédulos lo que quedaba de aquella torre ya casi sumergida en el mar. Nos invadió una sensación de paz. Comencé a dar las gracias a aquella tripulación vestida de blanco que entre el gris de la tarde nos parecían ángeles, todos sonreían. Gracias Dios mio! Gracias a todos! Mil gracias ¡




De pronto el piloto me hizo un gesto para que me sentara delante a su lado, me ofreció unos auriculares. Yo así lo hice sin dejar de darle las gracias. El frío no me dejaba respirar y me oprimía el pecho. Me quedé por unos segundos ensimismado y cuando levanté la vista contemplé al piloto que me miraba sonriendo. El pecho me ardía. Su mano se acercó a su cara y sin dejar de sonreirme levantó sus gafas oscuras.

Por un momento se me nubló el entendimiento, sentía que se me iba la vida, todos los sonidos disminuían de volumen, no podia oir nada. Le miré aterrorizado y una sensación de náuseas me inundó. Su mirada estaba vacía, sus ojos estaban en blanco, no podía ver, era ciego! Movió sus labios sin dejar de sonreirme y me dijo: “Os he salvado para llevaros a mi casa, para llevaros al infierno”.y rompió en una carcajada grotesca mientras el helicóptero daba vueltas sobre si mismo adentrándose en la tormenta, rumbo a la oscuridad más absoluta.

Todo se volvió negro. Intenté buscar con la mirada a mi mujer y a mis hijos y solo pude llorar sabiendo que aquella tormenta nos había arrastrado a todos hasta el infierno. Sentí caer en el abismo sintiendo como nuestras almas se alejaban las unas de las otras engulléndonos la más aterradora soledad.

Abrí los ojos y busqué en vano una mano, una mano donde agarrame, pero ya no existía nada.

En el silencio, en medio de la oscuridad, sentí una leve caricia en mi mano, otra mano pequeñita se apretaba contra la mía.

-“Papá” escuché, -“Toma”.

El ruido del helicóptero de nuevo empezó a zumbarme en los oidos y entre la penumbra podía percibir la silueta del piloto que me miraba con aquellas órbitas vacías , con aquella sonrisa que me helaba el alma. “Adiós” – me dijo, mientras se abrían las puertas de la nave sobre lo que parecía un mar de sangre.



No! No temeré a nada - Le dije-

Abre tu mano ¡ Apreté mi mano contra la suya, fria como el hielo y mientras me quemaba, gritó, me maldijo enfurecido y todo volvió a quedar en silencio.



 La luz me impedía abrir totalmente los ojos, mi mano estaba cliente, alguien me la apretaba, era mi mujer.

Cariño, cariño- me decía- todo está bien, ya ha pasado. Pasaron los días y cuando salí del hospital en la puerta me esperaban los niños. Los besé como un loco y enseguida me llevé a parte al segundo de mis hijos, y le pregunté

- Qué hiciste ?

- Papá, te pusiste malito en el hotel y después yo… yo puse la piedra bajo tu almohada, bueno le dije a mamá que la pusiera… ¡Le dije que me lo prometiera ¡

- ¿La piedra ? Dije – ¡pero si no la aceptaste !

- Ya pero cuando empezó a llover, cuando subimos las escaleras del hotel la encontré allí y la recogí, como tú querías. Después en la habitación te pusiste malito y te llevaron al hospital, no me han dejado entrar y le hice prometer a mamá que la pondrían bajo tu almohada.

- Papá , sabes, llovió mucho- me contaba mientra nos alejamos hacia la parada de taxi .- Llovió mucho, mucho y por eso tu corazón se puso malito, eso me dijo mamá.

Desde los cristales del taxi, en una esquina , me pareció ver a una anciana vagabunda, sin duda era la anciana del hotel. Tiraba de un carrito, llevaba la mano encogida y el puño cerrado, como guardando algo, me sonrió con tanta dulzura que el sol comenzó a brillar con una fuerza inusual.




*             *            *




Autor : Andrés González Mendez. Junio 2010.











...para un gigante.1949

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