lunes, 27 de octubre de 2008

Grace Bennett y los Caballeros de Santiago.


Grace Bennett nació hace 48 años en Nueva Zelanda, y reside en Australia. En 2008 emprendió un viaje inolvidable Hemos extraído parte de ese camino que recorrió en su peregrinación, sus anotaciones dan constancia de la aventura que la acompañó ,caminando por tierras tan lejanas donde decubrió la amistad de los que con ella se cruzaron , de sus encuentros y de la pasión que despertó en ella el camino.Todo lo que sigue lo cuenta en su blog:


http://www.travbuddy.com/travel-blogs/30699







Ídolo australiano, idilio español.
Villar de Barrio, España
11 de julio de 2008


Caminar es tan fácil: tan sólo es poner un pie tras otro. Al poco tus pasos han hecho 100 metros y 10 de éstos componen 1 kilómetro. Sin haberme dado cuenta, puedo haber caminado más de 800 kilómetros.
Cuando elegí peregrinar a pie por la Vía de la Plata desde Sevilla a Santiago (1000 kilómetros), llegué a pensar que estaba loca. Comenzaba el verano (más de 30º C todos los días) y mi conocimiento del español era muy limitado. Además esta ruta es una de las más difíciles de todos los Caminos de Santiago, porque las distancias entre los pueblos son enormes y el agua escasea.

Pero sentía una extraña y fuerte llamada española. Y aún sigo sintiendo un día tras otro la llamada de mis compañeros de Camino. Tengo la mochila más grande pero siempre voy por delante de todos. Otra razón importante para pensar que estoy loca es que voy sola y camino sola. Llegué a meditar mucho todo esto, pero hasta hoy no he sido consciente de lo singular que ha sido mi viaje.


Volviendo un par de días atrás, yo estaba entrando en Galicia, la tierra de la lluvia y las montañas. He pasado 3 días subiendo y bajando empinadas cuestas, sufriendo un frío congelador. Ayer por la mañana estuve caminando en medio de una nube. ¡Era el ser vivo más alto en muchas millas a la redonda! Eran las 6,50 y el sol estaba a punto de dibujar para mí una mañana de oro. Todo a mi alrededor se iluminó con tonos pastel: las colinas de rosa, de suave limón el horizonte, el cielo era azul celeste mientras vencía a los últimos despojos de color gris de la noche.

Me venía al pensamiento mi “idílica vida en la gran ciudad”, recordé lo fácil que es caer presa, en la red, de las necesidades que absurdamente nos creamos. Sin embargo en estos dos últimos meses he sido enormemente feliz, llevando una vida bien simple: sin televisión, ni periódicos, ni el interminable bombardeo de anuncios, ni 'reality'shows.
Escribo en primera persona, pues estoy a solas conmigo misma. Realmente es una suerte tener esta experiencia. Sé que no puedo vivir así siempre, pero voy a aprovechar todo lo que estoy aprendiendo, y espero que la lección no se me olvide para el resto de mi vida, cuando vuelva a la ciudad.

Hace dos días atravesaba un hermoso bosque, tan pronto como salí de la magnífica localidad de Lubián (una de mis pequeñas joyas favoritas). Todo era silencio, sólo se oía el suave pisar de mis botas en el suelo, y ocasionalmente el rechinar de mi mochila. De pronto dije: "PRECIOSO" (como se diría en español). Momentos como estos están más allá de las palabras. Quisiera trasladarte allí con tu mente y que pudieras sentir el rico olor del rocío de la mañana como yo lo hice. Me recordó los paseos en la selva alrededor del Lago Taupo en Nueva Zelanda, cuando era niña.

En medio del silencio oí que alguien suavemente espiaba mis movimientos desde el tronco de un árbol cercano. Me convertí en una estatua, que sólo movía los ojos, hasta que pude ver a la dulce criatura a tan sólo 5 metros de mí. Estaba en mitad el tronco y era del tamaño de una ardilla, pero era evidente que se trataba de algo muy distinto, pues llevaba franjas de oro en su pecho, tenía grandes orejas y ojos muy abultados, parecidos a un gato. Ambos nos saludamos con la señal internacional de los animales: '¡Soy tu amigo!'

Estuve unos instantes como absorta. Comenzó a retroceder lentamente por el árbol y yo esperaba que viniera a decirme ¡hola! Era del tamaño de un gato, pero no suponía ningún peligro para mí. Cuando aterrizó en la tierra, se encaramó sobre sus patas traseras, quieto, vacilando sobre diversas opciones. En un instante decidió que lo mejor era irse a su casa, al monte. Estaba tan absorta en este momento inolvidable que tuve que apartarme para que pudiera pasar. Fue un momento precioso.

Pasé el resto del día preguntándome con curiosidad qué animal sería. La respuesta llegaría a la noche. Me encontré con una encantadora familia que durante una semana hacen parte del Camino. Se trata de dos hermanos Javier, de Sevilla, y Luisma de Mérida. Con ellos está Javi, hijo de Javier, de diecinueve años de edad. ¡Qué gran fortuna para este joven formar parte de esta hermosa y amorosa familia. Ha sido un gran placer para mí pasar este tiempo cuidada por estas personas. Anoche cenamos juntos, y Javier buscó la extraña criatura en su Blackberry. Creo que he tenido un encuentro cercano con un “jineta”, una especie de gato escalador de los bosques. Él es mi reality show y será mi ídolo por un rato.

Hoy hemos caminado todos juntos en una etapa corta de 22 kilómetros, pero muy difícil por las subidas, con cuestas de las más empinadas que he subido hasta la fecha. A mitad de camino nos detuvimos en un pequeño pueblo con un solo bar, famoso por su trato amable con los peregrinos. Todas las paredes y el techo estaban cubiertos con vieiras (conchas), escritas por los peregrinos, con sus nombres y la fecha en que pasaron. Luis Sandes Fernández es el propietario y actualmente trabaja, él solo, construyendo un Algergue al otro lado de la calle. La energía en este pequeño bar es increíble. Sientes el amor nada más entrar. Es como llegar a casa de alguien conocido desde siempre, y para Luis es precisamente eso. Vive solo en este pueblo, con algunas personas mayores, para que los peregrinos sientan la emoción de llegar a la cumbre de su ascenso.

Su otro entretenimiento consiste en convertir unas maltrechas ruinas en una casa de dos plantas, frente al bar. Pone todo su empeño en la construcción de un nuevo albergue para los peregrinos que acaban agotados del ascenso, y que no pueden seguir. (¡El amor está en este hermoso pueblo llamado precisamente Albergueía!). El pueblo se alza en lo alto de una cadena montañosa desde donde se divisa toda Galicia y, desde luego, no es exagerado designar el lugar como idílico. Luis nos enseñó su obra, y puedo adivinar que será uno de los lugares únicos de los que hablarán los peregrinos durante mucho tiempo. ¡Me he ofrecido como hospitalera para el año próximo, durante un par de meses!

¿Cómo finalizar un día como este? Como la ocasión merecía, el almuerzo con la abuela Carmen fue el broche de oro. Esta maravillosa anciana vive en Villar de Barrio en un bar sin cartel ni nada, pero que es famoso por su excelente comida. Hoy comimos aquí. ¡Me voy antes de que me echen de la biblioteca desde donde escribo!






Los Caballeros de Santiago
Ourense, España
13 de julio de 2008

Me faltaba algo en este Camino, y aunque yo sabía lo que era, no lograba alcanzarlo. En mi anterior Camino (Francés en 2003), había encontrado preciosas iglesias abiertas hasta bien tarde, dado el gran número de peregrinos.

Cristiana, católica o nada, siempre había acogido bien las palabras dirigidas a los peregrinos, aunque fueran en español, y siempre las escuchaba como un mensaje personal. Acudía con cariño y devoción a las misas. En esta ocasión la diferencia para mí ha sido que las iglesias están en su mayoría cerradas excepto los fines de semana. Como hay tan pocos peregrinos en la Vía de la Plata, no hay misas especiales y, por tanto, esta experiencia espiritual se ha limitado a mi propia interpretación de acontecimientos especiales y aventuras personales.

El 9 de julio, todo esto cambió para mí cuando conocí a mis 'Caballeros de Santiago', mis amigos y protectores. Los tres miembros de una maravillosa familia española que están completando un tramo del Camino a pie. Tienen un complicado sistema para llevar su coche hasta los finales de etapa, y casi todos los días alguno debe coger un autobús para traer el coche. Me reuní con ellos en A Gudiña en un momento delicado para mí, en que había experimentando algunos problemas y la frustración en el camino. Sin entrar en detalles, yo estaba sufriendo propuestas inadecuadas y los Caballeros fueron capaces de resolver todo y de ofrecerme el espacio y la sensación de seguridad que necesitaba, una vez más.










Luisma (Luis María) es el mayor de seis hermanos, un hombre de gran inteligencia e integridad y el que más me agrada de los tres. Él tiene una nariz de aventurero, y si éstas no se presentan no pasa nada, la aventura va con él.
Javier es el siguiente hermano y un hombre maravilloso que acabó con mi sensación de miedo, y consiguió que me sintiese protegida. Él es un hombre que ama a su familia con todo su ser y habla de su hijo Javi con gran orgullo. Siguió mi respiración de cerca. Yo estaba feliz por poder compartir sus sentimientos personales conmigo, y aunque él no habla inglés, se aseguraba de que hubiese entendido la conversación que manteníamos.
El miembro más joven de la familia, Javi tiene 19 años y es el hijo mayor de Javier. En cierto sentido tiene una ingenuidad adorable, pero es una persona madura a pesar de sus años. Tiene la bondad y la sabiduría de un sabio y hemos tenido una bonita relación y compartido muchas risas juntos. Estoy segura de que con el tiempo tendremos una fuerte amistad. Me encantaría acogerle en Australia, caso de que decidiera viajar tan lejos. Mis tres 'Caballeros de Santiago' ocupan un lugar especial en mi corazón. Por eso estoy dedicando todo un blog para ellos. Quiero volver los pasos atrás desde el último blog para cubrir algunas lagunas y explicar cómo este vínculo se hizo tan fuerte en unos pocos días que compartimos juntos (como a menudo hace la vida en el Camino). En A Gudiña, todos compartimos un entrañable menú del peregrino: ¡nuestra primera cena juntos! Fue aquí cuando me di cuenta de lo adorables que son mis Caballeros. Ellos procuraban que participara en la conversación y que comprendiera lo que se estaba debatiendo. Javi practicaba su inglés conmigo (¡él es fantaaastic!), y yo practicaba mi castellano con él, en la medida de lo posible.
Me explicaron algunas costumbres y diversas cosas sobre Galicia que yo no conocía. Aprendí que el Ribeiro y el Albariño son vinos que antes, en algunas partes de Galicia, se servían en tazas de cerámica de color blanco. Para terminar nuestra cena brindamos con Orujo de Hierbas. ¡En esta maravillosa noche conocí a los Caballeros!
La siguiente noche también compartí la cena en el Albergue de Laza con quienes ya son mis entrañables amigos. Por la mañana ya me sentía su hermana, y preparé para ellos café y magdalenas para el desayuno, para afrontar los retos del nuevo día. La primera parada que hicimos fue en Algerguería, en la posada con el techo repleto de conchas con los nombres de los peregrinos. Allí los cuatro juntos dejamos nuestra vieira con nuestros nombres. Yo estaba un poco incómoda por inmiscuirme en la familia, pero ellos estaban felices de acoger a esta loca kiwi-australiana. En este momento se cimentó nuestra amistad.

Caminar con ellos durante todo el día, me permitió conversar con cada uno de los Caballeros individualmente, y llegué a conocer la personalidad y la fortaleza de esta gran familia. Me encantaría pertenecer a este clan y ser “como una mosca en la pared” durante las celebraciones de Navidad. ¡Habría tantas risas, canciones y buena comida! En Villar de Barrio, Luisma sabía de un lugar llamado cariñosamente 'Bar Carmen'. Él ya ha hecho varios Caminos (a pie y en bici) y en uno de ellos estuvo en este pequeño pueblo. Bar Carmen es un “restaurante” sin ninguna indicación. Desde el exterior parece una casa normal, pero una vez dentro sientes que has sido llevado de vuelta a los años 1950 en todos los sentidos. Hay algunas mesas rústicas de madera con patas de hierro forjado y sillas de ratán. Una pequeña barra de madera en la esquina se utiliza para almacenar vasos y botellas de diversas bebidas alcohólicas. Tan pronto como entras eres abrazado por Carmen, la abuela cuya casa es su bar y su hogar.
Ella se acordaba de la última visita de Luisma, y a partir de aquí se dedicó a asegurarse de que nos sintiéramos cómodos y en nuestra casa. Lo primero que hizo fue ponernos un bonito mantel viejo y desgastado (como los que solía tener Nana) de su ajuar, y en un santiamén nos puso delante un sabroso plato de queso y chorizo para calmar un poco nuestro apetito. Luisma, consciente de cómo me gusta el buen vino, pidió por favor que nos sirvieran el Riveiro frío y en tazas. Carmen tras rebuscar en la alacena volvió con cuatro limpios y pulidos cuencos de cerámica que con amor puso en nuestra mesa. Fue un momento precioso y degustamos los mejores vinos: ¡Fantaaastic! (Esto es para ti, Javi). La cocina de Carmen es un tónico para los cansados peregrinos y Caballeros por igual. Fuimos obsequiados con una bandeja de garbanzos y chorizo seguido de otra, aún más grande, de patatas cocidas al vapor, repollo y jugosos trozos de carne de ternera cocida lentamente. La horza de pan la comimos hasta la última miga. Después, al otro lado de la carretera se encontraba nuestro bonito y nuevo Albergue de Peregrinos, y allí continué tranquilamente mis quehaceres de peregrina blogera: lavado, internet, siesta…Por la noche debíamos decidir si cenar en el Albergue o regresar a la casa de Carmen. ¿Adivinan qué es lo que hicimos? ¿Hace falta explicar cómo estaba la deliciosa tortilla de patatas recién hecha y la jugosa y fresca ensalada?
El día siguiente era el último día de caminata para los Caballeros y también para mí (durante unos días que interrumpiré el Camino). Comenzamos a andar Javier, Javi y yo (A Luisma, muy a su pesar, le tocó llevar el coche hasta Xunqueira).

A los tres nos ocurrió otra loca aventura en un pequeño pueblo. Cuando llevábamos 10 kilómetros preguntamos si había algún bar abierto. Fuimos a lo que parecía una casa como la de Carmen, de una pareja de edad avanzada y allí, en el salón de la casa, tomamos café. El sitio era aún más rústico. En una esquina una vieja máquina de coser singer, con un medio delantal acabado. En la otra esquina un futbolín de 1950. Cuando Javier pidió orujo para nuestro café, la anciana (aún medio dormida, pues literalmente, la habíamos sacado de la cama) desapareció durante 10 minutos. Volvió a aparecer, después de una supuesta visita a los vecinos, con una vieja botella de vidrio cuyo contenido era auténtica agua de fuego. ¡Puro clasicismo! ¡Cómo nos reíamos los tres cuando después le contamos la historia a Luisma!

Después de Xunqueira hubo cambio de conductores. Los cuatro nos volveríamos a reunir para la comida. Luisma, Javi y yo estábamos agotados tras 12 kilómetros por carretera, cuando tras una curva vimos una mesa de piedra con un picnic preparado como un banquete. Javier había comprado viandas y lo había dispuesto todo con cariño para nosotros. Sonaban “Los Chicos del Coro”. Yo me quedé sin palabras, una vez más. ¿Cómo puede seguir la vida siendo igual después de esto? Transcurridos 15 minutos se nos acercó una anciana con dos adorables niños africanos de 9 y 13 años, que obviamente no eran suyos. Luisma nos explicó que son niños del Sahara que cada año son acogidos en verano. Muchas personas de España lo hacen. La mujer nos invitó a su casa para comer y tomar café. Me volví a encontrar con este tipo de generosidad y amabilidad que hace que se me salten las lágrimas. Su marido era una persona sencilla y cariñosa, y ambos nos invitaron a compartir un riquísimo guiso de fabes asturianas. A pesar de que estábamos recién comidos, acepté con agrado probarlas, como respuesta a tanta generosidad y amor. Por cierto que los enormes frijoles estaban deliciosos.

A mi izquierda, pude ver cómo Luisma hacía esfuerzos por contener las lágrimas. Más tarde me explicó que la pareja había perdido su único hijo, Guardia Civil de Tráfico, hace algunos años en un accidente de moto. Mis Caballeros son gente muy sensible, y me di cuenta que necesitaban tranquilidad y tiempo para procesar todo esto. Nos hicimos fotos que prometimos enviar a la familia. Esta gente sencilla abrió su hogar y sus corazón a unos extraños como nosotros, conscientes del poder del Camino. Llegar a Ourense era sólo cuestión de ocho kilómetros, eso sí, a través de un polvoriento polígono industrial. El Albergue era bonito y construido en un antiguo monasterio, pero el hospitalero era muy estricto en las reglas y nos dijo que cerraba a las 10 p.m. en punto. Esto significó que tuvimos poco tiempo para ver la parte antigua de Ourense con sus magníficos edificios, sus iglesias, sus calles antiguas, y la Catedral. Tuvimos tiempo para visitar la Catedral, donde se celebraba una boda y a continuación, los Caballeros asistieron a misa en una pequeña pero muy bonita iglesia, mientras yo actualizaba mi diario. Quise respetar que tuvieran algún tiempo para ellos solos en el Camino, como debe ser en una familia tan especialmente unida como ellos. Mientras estaba en un pequeño café actualizando mi diario, tuve una experiencia muy extraña. Fue uno de esos momentos inexplicables del Camino. Inexplicables y bonitos a la vez. Un joven, al verme escribiendo, se acercó para charlar. No hablaba inglés, pero entendí que se interesaba por lo que escribía. Yo estaba un poco aturdida. Entonces cogió una servilleta y con mi pluma, escribió estas palabras: “escribes una novela”. No se trataba de eso, pero durante todo el día me obsesioné preguntándome una y otra vez si escribir mis experiencias puede ser de interés para alguien.¿Es esta la respuesta a la pregunta que me he hecho a mí misma una y otra vez?
Después de misa todos nos reunimos de nuevo y compartimos una encantadora cena ligera (nuestra última cena) a base de tapas. Es algo sencillo, pero muy español y apropiado. Para terminar la noche necesitábamos encontrar un sitio bonito para tomar café (para ti Javi!), y encontramos un pequeño bar muy ambientado. Al poco salió un pianista y una vedette al escenario que cantó una cálida canción, en un extraño inglés. Era el típico lugar en el que te apetece quedarte hasta el amanecer pero, por desgracia, teníamos que regresar al Albergue y ya estaban sonando las 10, así que nos marchamos. Por la mañana el estado de ánimo era un poco solemne. Compartimos croissants y churros en el desayuno. Entonces tuvo lugar el último acto de generosidad de mis Caballeros. Me hicieron un precioso regalo que será mi talismán en el Camino. Son tres piedras que Luisma había pintado, y que cogió del Guadiana, el río


de Mérida, su ciudad natal. La de Javi tiene una Cruz Roja de Santiago, la de Javier una Flecha Amarilla que en el Camino te indica la dirección a Santiago y la de Luisma tiene una TAU blanca, símbolo de todos los peregrinos. Yo estaba desbordada y no encontraba las palabras para explicar cómo me habían partido el corazón. Estas maravillosas personas han conseguido que encuentre mi espiritualidad. Mi Camino ya está completo.
.


Ahora estoy varios días sabáticos en Salamanca. Conoceréis todos los detalles en el blog. ¡Ultreia y Suseia, Grrrace! (que es como mis Caballeros me llamaban y ahora es mi nuevo nombre!)



Las niñas grandes no lloran.
Santiago de Compostela, España
21 de julio de 2008

(…)Todo era perfecto para mí, la mañana discurrió lentamente como yo esperaba. Era como si mi cuerpo supiera que era el último día de caminar y hubiera empezado a ralentizar. Mi mochilla pesaba una tonelada, mis espinillas las sentía como de cristal, y no encontraba mi ritmo. Tan pronto como entré en la calle de adoquines del casco antiguo de la ciudad todo cambió, y me sentí como una Peregrina que recorre su último kilómetro. La entrada en la Plaza do Obradoiro fue lenta, respiraba y respiraba deliberadamente. Es difícil describir la sensación tras siete semanas de emociones, y me sentí impulsada hacia delante, hacia el centro de la plaza. Mi recompensa fue grande. Había concluido una gran aventura que merecía la pena y me sentí orgullosa de haberlo logrado. A mi alrededor decenas de jóvenes católicos se sentían felices por haber recorrido los 100 kilómetros (el mínimo exigido para obtener la Compostela). Otros rostros eran solemnes o estáticos: grupos, parejas y peregrinos solitarios experimentaban su propia sensación de «haber llegado». Caminando hacia la fachada de la Catedral de Santiago sentía un mar de felicidad y júbilo.(…)
Para acceder hay que atravesar dos puertas, pues en el interior está el Pórtico de la Gloria, varios cientos de años más antiguo que la fachada barroca. Una vez dentro, la primera tradición es que el peregrino coloque su mano sobre el Árbol de Jesé, dando gracias por haber terminado bien el Camino. Han puesto su mano tantos peregrinos, a lo largo de los siglos, que el mármol se ha desgastado. Para mi desgracia el árbol estaba cerrado con una barrera debido a trabajos de mantenimiento. Es una tradición que no pude llevar a cabo, pero sí que pude realizar los otros dos ritos que exige la “'llegada”. El primero es pasar por la cripta donde se veneran los restos de Santiago, momentos preciosos de acción de gracias. Recé una oración por todos mis familiares y por los amigos que me han acompañado en esta maravillosa peregrinación. El segundo rito fue subir por la estrecha escalera, detrás del gran altar dorado, y llegar a la parte superior de la estatua de Santiago. Por encima del altar los peregrinos abrazan por detrás a Santiago, dándole de nuevo las gracias por el buen Camino. En este momento yo apretaba las tres diminutas piedras (piedras pintadas) que me dieron mis Caballeros de Santiago. Ahora todos hemos completado este Camino de Santiago.

Yo aún llevaba mi mochilla y me resistía a abandonarla. Salí de la Catedral para conseguir mi Compostela con mi nombre en latín en la Oficina de Peregrinos. ¡Mi nuevo nombre es ahora Gratia Bennett! Tengo mi Compostela segura, escondida en mi mochilla. Luego volví a la Catedral a tiempo para asistir a la Misa de los Peregrinos que se celebra todos los días a las 12,00, con la maravillosa tradición del balanceo del Botafumeiro (incensario gigante). Si tienes ordenador puedes echarle un vistazo en Youtube. La Misa fue en español y me sorprendió que las oraciones las cantó la misma monja que en mi anterior Camino. La Catedral estaba totalmente llena de turistas, lugareños y peregrinos, era difícil ver dónde acababa la multitud. ¿Cómo puedo explicar la atmósfera que había? No he sentido nada igual antes. Y sé lo que digo pues tenía abiertos mis cinco sentidos. Mi vida en el Camino se ha completado. Siempre seré una Peregrina,. . . . y creo que voy a llorar.

Metamorfosis
26 de julio de 2008
2ª parte


(…)Una vez que terminaron los discursos continuó la misa y yo suavemente cogí mis tres piedras (que me dieron los Caballeros de Santiago) que guardaba en lugar seguro, cerca de mi corazón, y las puse en la palma abierta de mi mano. Era algo muy profundo y espiritual para mí. Cerré los ojos y recordé todas las emociones y experiencias que había vivido en MI CAMINO. Por supuesto, lloré, pero también sonreí y respiré profundamente recordando mi recorrido de 1.000 kilómetros que me ha traído a esta hermosa tierra. Sentí a Juan detrás de mí. Luego me mostró algunas fotos que había hecho de mi horrible mano acogiendo mis preciosas piedras.¡Cuántos recuerdos! (…)

EMAIL

Santander‏
De: Grace Ben (gracethepilgrim@hotmail.com)
Enviado: lunes, 28 de julio de 2008 19:46:04
Para: Luis González (luthiers_@hotmail.com)

Hola Luisma, Es bonito recibir un correo tuyo. He escrito a Javi para decirle que llevé conmigo las piedras a la Catedral a la misa del Día de Santiago. Juan sacó una gran foto de la celebración con las piedras en mi mano!


1 comentario:

Anónimo dijo...

Estoy poniendo un comentario de prueba para ver si hay problemas en la publicación.

Podéis comentar lo que queráis, este es un blog abierto

El bloggero.


...para un gigante.1949

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